Tengo en el recuerdo el primer día que te dejé en el colegio. Lo siento aún con el corazón encogido, con el miedo a no estar si me necesitabas.
Y el tiempo ha pasado en un suspiro.
Tenía tantas ganas de que llegaran las vacaciones para estar más contigo, para que descansaras, para que nos dejara de agobiar el reloj, que ahora no entiendo por qué, de repente, tengo esta nostalgia.
Debe ser que he visto la foto de tu primer día. Esa en la que estás tan distinto sin que yo me haya dado cuenta. Con esa ropa que ya no te vale. Con esas ganas de volver un momento a ese instante.
Cómo has crecido, cariño.
Admiro todo el trabajo que has hecho, lo duro que ha debido ser realizarlo cuando quizás no te apetecía o tu cuerpo te pedía movimiento. Infravaloramos vuestras tareas y queremos llamarlo a todo juego.
Sé que en tu cuerpo pequeño el cansancio ocupa mucho más tamaño.
Me da miedo este camino porque temo no saber acompañarte. Me inquietan los años que vendrán, las dificultades que encontraras estando solo, las personas que estarán a tu lado. Me preocupa todo aquello que pudiera hacerte daño.
No puedo evitar preguntarme: ¿así de veloz va a seguir pasando?
Te vas desprendiendo de mí cada vez más rápido.
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