Queremos que nuestros hijos no sufran, que ningún dolor físico ni emocional les invada. Pero en nuestro afán de protegerlos, debemos tener cuidado de no cortar sus esperanzas.
Y es que nos encantaría poder evitarles cualquier tipo de desengaño, así que creemos que les podemos aconsejar desde nuestra experiencia y decirles que no van a poder conseguir hacer alguna cosa para que no se sientan mal si no lo logran.
(No me estoy refiriendo a no decirle a nuestro hijo que no va a poder volar aunque se lance desde el tejado, hay cosas que hay que dejar bien claras).
Pensamos que si les decimos, por ejemplo, que no va a ganar la carrera porque hay niños mayores, que es muy difícil dedicarse a la música, que sólo unos pocos consiguen ser astronautas o que no va a encontrar un tesoro (o un pokémon, o un monstruo), les estamos evitando el dolor que supone la decepción de no lograr hacerlo. Sin embargo, lo que estamos evitando, es que crezca su capacidad de luchar por sus sueños.
Confiamos más en el poder adivinatorio de nuestra experiencia que en sus capacidades. Y nos perdemos las sorpresas que pueden darnos. Y lo que es peor, les minamos su autoestima y su confianza en sí mismos y en su poder para lograr hacer lo que se propongan.
Me sorprende la frecuencia con la que mis alumnos me han dicho en alguna ocasión que les gustaría dedicarse a una profesión en concreto, pero que sus notas no les iban a permitir estudiar esa carrera. O directamente que no iban a estudiar nada porque no se les daba bien y que harían lo que les saliera: así, sin ningún tipo de ilusión.
Esos adolescentes no tenían ninguna confianza en sus capacidades, en un futuro que tenían completamente en sus manos. Me pregunto cuántos niños habrán rechazado sus ilusiones sin luchar por ellas, sin comprobar si son posibles. Y cuántos sueños perdidos habrían podido hacerse realidad.
Imagino que sus padres sólo querían ser realistas y no les culpo por ello.
Me he dado cuenta de que no volveré a decirle a mi hijo que ese charco es demasiado grande para ser saltado, que se va a caer si sigue corriendo o saltando, que no puede hacerlo solo.
Prometo confiar más en él. Y, sobre todo, prometo no cortarle ninguna esperanza por muy imposible que sea.
“Cariño, tú siempre serás lo que quieras ser”.
Ésta y otras muchas cuestiones las puedes encontrar en el libro Cómo hablar para que sus le hijos escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen, de Adele Faber y Elaine Mazlish.
Te dejo un enlace aquí:
También hablamos de ello en el Curso Cómo hablar a tus hijos
¿Quiere tu hijo hacer algo que te parece imposible? ¿Cuáles son sus sueños? ¿Qué le dices tú al respecto?
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