(Experiencia personal)
Hoy hemos dormido muy poco. Me he dado cuenta de que, cuando tengo tanto sueño, mi humor es horrible. Estoy completamente irascible y no tolero cosas que no me parecerían mal en otro momento. Así que el problema es mío, aunque se me olvide y me enfade como si la culpa fuera suya. Debemos mirarnos más a nosotros mismos cuando nuestros hijos nos sacan de quicio.
Nada más levantarnos, quería un juguete que tenía en el jardín. Pero estaba lloviendo y a mí, recién levantada, con sueño acumulado de tres años, me parecía muy costoso ponerle las zapatillas y la cazadora para que saliera a buscarlo. Menos mal que hice un sobresfuerzo mártir de madre que puede con todo porque, bien pensando, no era para tanto.
El café me hizo efecto y me pude convertir en ayudante de rescatador, ventrílocua de muñecos y paciente con un pie roto. Cuando, de repente, todo estalló de nuevo.
Quería que fuera su cumpleaños. Y, claro, como una es mamá que puede con todo y que todo lo arregla, pues se le ocurrió pedirme que adelantara los días. Puede parecer gracioso, pero a mí, después de escucharlo diez veces seguidas, me pareció una petición real. Tan real, que me puse a discutir con él y a intentar explicarle que no podía hacerlo.
A veces entramos en una espiral de la que no sabemos salir sin intentar quedar por encima. Necesitamos que nuestro hijo nos dé la razón porque, racionalmente, sabemos que la tenemos. Pero no nos damos cuenta de que ellos no saben salir, que somos nosotros los que tenemos que romper esa inercia y llevarnos hacia otro estado donde no nos enfademos cada vez más y más.
Es imposible que mi hijo entendiera que yo no podía adelantar los días para que hoy fuera su cumpleaños. Porque si su cerebro tuviera el suficiente desarrollo madurativo para entenderlo, no me hubiera pedido algo tan irracional.
Al final, en esa discusión tonta sin salida, en la que no hacíamos más que repetir lo mismo (“Mamá, quiero que adelantes los días”, “¡Qué no puedo!») comprendí que era yo, la adulta, la madre, la que tenía que dejar de repetir siempre lo mismo.
Podía haber dicho algo así como “y punto”, frustrando la capacidad de mi hijo de reivindicar lo que quiere, de llegar a una solución cuando hay un desacuerdo, de enseñarle a no imponer su criterio y a que no crea que lo que él quiere no tiene importancia.
Decidí romper esa inercia con humor. Cambié mi contestación y me puse a pedir cosas en mi turno de réplica. Un coche nuevo (ligera cara de extrañeza). Una casa en el centro de la ciudad (cara de a mamá se le va la cabeza). ¡Unas vacaciones! Ahí acerté y decidió unirse: “¡Y yo también!”. Terminamos pidiendo, muertos de risa, una lista de cosas enormes que debía tener el hotel.
Menos mal. Porque, por un momento, pensé que iba a tener que sacar mis superpoderes y adelantar el tiempo.
Después de acabar de escribir este post, mi peque se acercó de nuevo pidiéndome su día de cumpleaños. Intenté razonar en un primer momento, pero no estaba nada receptivo a hacerlo, así que volví a repetir la misma técnica (me costó un poco más, pero funcionó).
Hoy, ya más calmado y algo menos ofuscado, volvió a pedir que adelantara los días para que fuera ya su cumpleaños. Era el momento de hablar porque distraer puede parecer que funciona en ese momento, pero se necesita avanzar en el problema. Por muy imposible que nos parezca lo que nos pide, no podemos menospreciar sus necesidades porque para él son reales; necesita saber que son importantes para nosotros para que, en el futuro, sepa que tiene derecho a pedir y a luchar por lo que quiere. No creo que haya que enseñarle que hay imposibles que no se pueden pedir, ya se dará cuenta él mismo cuando sea capaz de entenderlo.
La semana que viene es el primer cumpleaños de su hermana. Hemos llegado a un acuerdo: él la ayuda a soplar las velas y a abrir los regalos porque aún no sabe hacerlo; además, es su “cumpleañoshermano” y tendrá también un regalo para celebrar que, ese mismo día, él se convirtió en hermano.
(Mis superpoderes siguen a salvo).
¿Y tú? ¿Cómo lo haces?
Ay, yo ayer tuve un día terrible. Al sueño de que se despertó a las 5:30 se le sumaron las hormonas de la regla… Un día tremendo ???? Pensaba contarlo hoy en un post, a ver si me animo, para que no todo lo que va al blog sea color de rosa, porque la vida no es así. Gracias por compartir también tus días malos y las estrategias que usas entonces ????
Gracias a ti por comentarlo y empatizar. Hay días duros y larguísimos! Espero que hoy haya sido mejor, ya me pasaré por tu blog para comprobarlo. Un abrazo
Esa es la estrategia q yo uso siempre e Irene ya me dice: ya lo sé mamá, tú quieres que te toque la lotería jajaja
No estaría nada mal, ¿eh? ¡A ver si nos toca juntas! Estoy segura de que ellos también quieren que se cumplan nuestros deseos. Hay un vídeo por la red en el que los niños eligen entre un regalo que les encanta para ellos y otro para sus madres: eligen quedarse sin su regalo. Ideal para ti y para mí, con lo que lloramos las dos!
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