“Ya no te quiero” me dices enojado, sin saber que puedes parar con una frase el universo.
“No te quiero nada, mamá”, con tus ojos airados, húmedos, lejanos.
Debes sentir un vacío enorme, una alta traición, un brutal desamparo.
Yo sé que sólo es un momento, que todo tu amor está escondido, que todo es fruto del enfado. Que no has dejado de amarme, que no quieres lastimarme.
Si tú no me quisieras… mi vida entera habría fracasado.
Con tu dolor y tu tristeza me regresas a la calma, me alejas de mi orgullo y de mi propio arrebato. Me haces recordar que soy yo el abrazo, el consuelo y la causa de tu estado.
Siento tanto tu rabia como impotencia por haberla provocado.
Contengo una respuesta que no es cierta para decirte la verdad, la que deseo que encuentres. Para mostrarte que nuestro amor es más fuerte que el enfado.
“Cariño, pues yo a ti siempre, siempre. Siempre te quiero”.
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